sábado, diciembre 25, 2004

CARROTS. ¡Vuelven a cargarse los hits!


Cuando haces pop ya no hay stop.


El secreto está en quedarse quieto. Más tarde que temprano la tendencia que ayer te fue esquiva hoy te saludará como el salvador del rock’n’roll. Huyendo de la categorización sixties pero manteniéndose fieles a un estilo que mira al pasado, Carrots esperan turno en su rincón, confiando en que llegue su momento de la verdad. Credenciales no les faltan: un par de álbumes, un puñado de EP’s y diversas contribuciones en recopilatorios y discos tributo. Una discografía –de regusto más agridulce de lo que uno sospecharía- habitada por esas pequeñas sinfonías que te sorprendes tarareando como un memo.

Y como corolario de todo ello el flamante …All It Takes Is A Little Confidence! (Grabaciones En El Mar). En su paleta de sonidos destella la tradición psicodélica británica –de Beatles a Kevin Ayers, pasando por Pink Floyd-, con composiciones en las que, paradójicamente, alcanzan la ingravidez pop a partir de una densa superposición de matices.
El cuarteto catalán -Roberto Castellanos (bajo y voces), Freddy Corner (teclado y voces), Vicente Willy Maciá (guitarra y voz) y Matías Segovia (batería y percusiones)- todavía se encuentra atrapado en la irisada burbuja de su tercer larga duración, un trabajo que elude la continuación natural con Sunshine (Grabaciones En El Mar, 2002) y que, por el contrario, opta por tender puentes con su álbum debut, aquel Saving Chocolate Coins (Grabaciones En El Mar, 1999) de aristas más experimentales.

Su espíritu perfeccionista se traduce en un discurso exigente, salpicado en todo momento por una sinceridad desarmante –por lo inusual- y un sentido del humor que no empaña un elevado sentido de la autocrítica. Es decir, doblemente inteligente. ¿Encajarían estas zanahorias parlantes en el universo sinsentido de Alicia?



· El espléndido artwork de aires decimonónicos de …All It Takes Is A Little Confidence! parece evocar los grabados de una hipoteca edición surrealista de La Vuelta al Mundo en 80 Días. La primera impresión es que, efectivamente, el disco se plantea como un viaje sonoro que picotea aquí y allá: dentro hay pop, rock, psicodelia, country, funk, aproximaciones a la pista de baile...

Willy - Lo cierto es que nunca hacemos nada premeditado, sólo lo que nos sale. Las influencias que has señalado siempre han aparecido en todos nuestros discos. Incluso en el primero ya incluimos algún guiño country. Coincidió que por fin me compré un banjo… y había que meterlo, ¿no? (risas)
Roberto – Nuestros trabajos siempre son una amalgama de diferentes estilos, lo que nosotros llamamos el “sonido Carrots”. Lo que ocurre es que quizá en este hemos sabido tomar lo mejor del primer y del segundo disco y plasmarlo en uno solo.

· El lanzamiento ha coincidido con el debut de Big City, con los que compartís sello. Pero si en los zaragozanos resuenan ecos de psicodelia californiana, vuestra influencia es inequívocamente británica.

R – La psicodelia americana la hemos conocido a través de nuestro productor, Paco Loco, que es un fanático de ese sonido y supongo que ha debido influirnos.
W - La psicodelia americana no me gustaba nada, y lo ha ido haciendo poco a poco. Nuestras raíces están en Pink Floyd. Cuando pienso en ello siempre aparece Syd Barrett, la imagen psicodélica que más nos ha influenciado. Luego están los Beatles y todo eso.

· En los ’60 menudearon los discos conceptuales. Sin llegar a tal extremo, ¿las canciones de vuestro disco están concebidas y secuenciadas para estructurar una idea, un discurso unitario o, simplemente, se trata de una colección de canciones para ser escuchadas de forma aleatoria?

R – Creo que el enlace es el propio grupo y nuestra manera de hacer las canciones. Si te paras a pensar en los temas uno a uno, igual no tienen nada que ver entre sí, pero en general sí hemos sabido darles un sonido bastante compacto.
W – Lo que he notado escuchándolo después –y mucha gente lo dice- es que este disco da una mayor sensación de unidad, quizá porque lo hemos trabajado más en el local, entre todos. También tiene un sonido un poco más oscuro, más denso. Sunshine resultaba más disperso y más enfocado al hit y esta vez todo encaja de una forma más coherente.

· Aunque la melodía, el estribillo, late en el corazón de vuestras canciones, siempre os ha interesado solaparlos con una superposición de arreglos y efectos...

R – Somos unos pesados que no nos conformamos. A veces hay temas que nos parecen poca cosa y tendemos a adornarlos, es nuestra forma de trabajar. Incluso desde antes del primer disco ya éramos unos rayados de los arreglos, de la armonizaciones.
W - Hay por lo menos un par de temas sólo con guitarra, bajo, batería y teclados, pero debemos controlarnos para no meter nada más. Aún así veo este disco más contenido, en comparación con el primero. Aquello sí era un muro de sonido, cantidad de información. La gracia de aquel disco es que siempre descubres cosas nuevas.

· Exacto. Vuestros discos son como una cebolla: operan por capas que vas descubriendo en cada escucha.

R – Eso me ocurre a mí con los Beatles desde hace quince años. Son canciones que he escuchado miles de veces y aún sigo descubriendo cosas nuevas.

· El proceso de elaboración podría prolongarse hasta el infinito. ¿Cuándo se intuye que una canción está acabada?

W – Cuando nos damos cuenta que empezamos a estropearla. Llega un punto en que lo ves descaradamente.
R – Igual no lo ves en el momento, pero por eso antes de cada disco hacemos un trabajo de preproducción en el local de ensayo, que consiste en grabar los temas nosotros mismos. Con el tiempo y las escuchas es cuando ves realmente si un arreglo que te parecía de puta madre funciona. La clave es madurar las canciones, darles tiempo de crecer por sí mismas. Si con el tiempo te sigue gustando, es que está bien. Si te empieza a cargar o a molestar sólo un poco, es que no funciona.

· El meticuloso proceso de grabación se ha prolongado durante varios meses. ¿Cómo encaja la figura de Paco Loco –que repite como productor tras la experiencia de Sunshine- en un pop tan elaborado?

W – Este disco no se podría haber grabado sin él. La primera vez fuimos con miedo, pero en seguida vimos que se adaptó totalmente. Ahí es donde demuestra que ha escuchado todo tipo de música. Le saca partido al estudio, a las ideas, por eso se lo toma muy en serio y con el corazón, acaba agotado. Es como si fuera uno más del grupo. La idea principal del sonido y de los arreglos es nuestra, pero él da su opinión y aporta cantidad de ideas. Su forma de tocar la guitarra, por ejemplo, es distinta a la mía y te cambia el tema sólo por meter un par de acordes.
Es como si cogiese la canción desde fuera, a veces con otro concepto en la cabeza, y te hace ver que tu idea puede ser equivocada. Te abre un poco los ojos.
R - Aparte de ejercer como productor e ingeniero Paco ejerce como guía espiritual y psicólogo. Grabar un disco supone un proceso a ciegas en el que debes irte fiando de las personas que tienes a tu alrededor, tanto de tus compañeros de grupo como de tu ingeniero y productor. Lo que ocurre es que cuando grabas un disco la decisión que tomas en ese momento es para toda la vida…
W – Sí y después llega el síndrome post-parto: escuchas el disco en casa y a veces te pegarías un tiro. Pero ya no puedes tocarlo. Hemos aprendido que la gente no escucha arreglos, sino que escucha canciones y lo que nos dijo Paco es muy importante: si el tema es bueno va a seguir siendo bueno, aunque hayas metido o no esa guitarra o esa melodía del teclado o aunque una voz o un coro estén demasiado altos. Lo que importa es la canción.

· La tecnología del estudio ofrece todo un abanico de nuevas posibilidades para enriquecer los temas y siempre existe el riesgo de arruinar las canciones, sepultadas en la ampulosidad de la sobreproducción. ¿Cómo se vence esa tentación?

W – De hecho en cada disco hay algún detalle que nos parecía muy bueno en su momento y que ahora lo quitaría.
R – Existe ese riesgo, pero tanto nosotros como Paco tenemos mucha confianza en lo que hacemos y en lo que se nos ocurre en el momento. Y vamos a muerte a por eso.

· ¿Las influencias comunes suponen un enriquecimiento o bien un perjuicio que limita las perspectivas del grupo?

W – Bueno, la verdad es que no somos tan afines... Por lo menos un buen punto de partida es que todo el mundo valora a los Beatles.
R – Somos fans a muerte de los Beatles; Willy es fan a muerte de gente como Beach Boys o Kevin Ayers. Pero es que, a la vez, yo soy fan a muerte de los Rolling Stones; Freddy aprecia y respeta a todos estos nombres, pero lo suyo es King Crimson y Emerson, Lake & Palmer. Bebemos de muchos sitios…
W – Y esa mezcla se aprecia, ¿no?. A la hora de la creación de estos temas no hemos tenido en la cabeza ningún tipo de grupo porque los llevamos ya interiorizados. Si aparece alguna referencia es porque siempre se tiene la tendencia a escuchar cualquier cosa en relación a otra. Parece que un grupo español no pueda tener personalidad propia.
R – Normalmente a la gente le gusta un grupo nacional cuando le recuerda a algún un grupo extranjero. Eso también me ocurría a mí antes. Pero lo hemos superado y que hemos madurado como grupo y como músicos. Creo que en este disco hemos conseguido por primera vez que las canciones no suenen a determinados grupos como nos solía ocurrir hasta ahora, sino que hemos encontrado ya nuestro “sonido Carrots”. Se nota lo que nos gusta, pero no asocias las canciones directamente a una época o a un estilo determinado.
Definitivamente creo que hemos encontrado ya nuestro “sonido Carrots”. No tenemos ni idea de cómo va a sonar el próximo disco, pero creo que ahora mismo nuestro sonido es este y estamos muy contentos con él.

· ¿Ha habido alguna escucha compulsiva durante el proceso de gestación?

R – A Willy le dio por America. Y yo estaba enfermo por los Rolling Stones. Llevo un año escuchando el Exile On Main Street cada día de mi vida y creo que igual me ha debido influir, ¿no?. Pero luego oyes el disco y tampoco suena a eso…

· ¿Ese espíritu perfeccionista es el que os llevó a reeditar vuestro álbum debut, Saving Chocolate Coins, casi tres años después de su publicación en 2002, remasterizado y con algunas modificaciones en el diseño?

W – Sí, no estábamos contentos con el diseño de la portada, lo veíamos como inacabado. Eso fue lo principal. Después por el sonido, que no se masterizó muy bien. Dado que obtuvimos cierto reconocimiento con el segundo, quisimos darle otra oportunidad a un disco del que sólo se vendieron 600 copias. Y con la reedición hemos vendido 1.500.
R – Somos conscientes de que no es algo habitual, pero ya que un disco es para toda la vida no te vas a quedar con la espina de ese primer trabajo, viéndolo no incompleto pero sí semiprofesional.
W – Ahí entra el convencer a Pedro Vizcaíno de todas nuestras locuras. Y por ahora no nos va tan mal, le vamos convenciendo. Digamos que él también creyó que era el momento de reeditarlo porque estaba agotado y se veía claramente la posibilidad de que se podía vender otra vez. Y si se agota pues lo volveremos a reeditar, e igual metemos un bonus track (risas)

· Los plumillas acabamos invocando las mismas influencias para describir vuestra música. En apariencia la de Carrots es una propuesta que deja pocos resquicios a la imaginación.

R - Eso es algo que a nosotros nos hace muchísima gracia porque leemos críticos de discos y nos cuelgan influencias de grupos –sí, todos muy famosos y muy de puta madre-, pero que no hemos escuchado. El ejemplo siempre son los Byrds, de los que no tengo ni un puto disco.
Love era otro grupo que también nos ponían siempre y que no había escuchado en mi vida.
W – A mí me hace gracia lo de los Byrds, que no me gustan nada. Metes una guitarra de doce cuerdas y ya son los Byrds… ¡Pero tío, la guitarra ya estaba inventada antes que ellos! Los escuché a raíz de tanta gente que los citaba. Hay muchos críticos que me han hecho escuchar nueva música, pero la verdad es que con el primer disco estábamos con Pink Floyd a saco. ¿Los Kinks?, una crítica mencionaba a Ray Davies y yo preguntando “¿pero quién es Ray Davies?” (risas)
Pero a Kevin Ayers, por ejemplo, nunca lo citan y esa sí es mi máxima influencia. Más que musicalmente, como concepto de lo que significa la música y de cómo hay que tomársela. Lo que me gustaría de Carrots es que fuera un grupo super íntegro, fuera de modas y de sonidos. Un grupo con muchos cojones.

· ¿Es complicado mantener esos referentes y no caer en el revival?, ¿hay margen de maniobra?

W – Nunca nos hemos considerado sixties y, de hecho, no me gusta nada esa escena. Grupos como Magic Bus, Big City, Zinedines o Deluxe hacen canciones geniales -incluso a veces les digo que son mejores que Carrots-, pero nosotros tenemos algo que ellos no tienen: nosotros no hacemos ejercicios de estilo, hacemos la música que llevamos dentro y consideramos que es cien veces más auténtica que la suya. Para mi Deluxe es un gran creador de canciones, pero es como un artesano. Sabe utilizar los elementos, pero no lo veo sincero, su música no me la acabo de creer.

· Ya imagino que los discos son como los hijos, que se quieren por un igual pero, ¿consideráis que este es vuestro mejor disco?

R – Hasta que tus hijos no cumplen un año o así no puedes saberlo… Ahora hay días que te lo pones y crees que sí y hay días que…
W – Ahora es demasiado pronto para amarlo. Debe pasar un tiempo para escucharlo casi como una persona externa al grupo. Pero de hecho nos hemos cagado en todos los discos que hemos grabado.
R – Ahora mismo no escuchamos las canciones, sino que escuchamos las pistas, escuchamos la mezcla, la masterización… estamos rayados. Pero la gente no escucha eso. Estamos en el período de asimilación, no nos lo creemos aún.

· En la hoja promocional que acompaña al disco se habla de madurez, una palabra que me da repelús. ¿Qué se ha perdido y qué se ha ganado en el camino?

W – No sé si en lo musical, pero mentalmente sí que nos notamos más maduros. Yo no me siento igual que en el ’97 cuando empezamos. Da un poco de vértigo que aún estemos juntos, con lo que cuesta mantener un grupo, y a veces nos damos cuenta de la suerte que tenemos de poder estar presentando nuestro tercer disco.
R – Cada vez que grabas un disco, maduras como persona y como músico, aunque no quieras. Los Beatles grabaron Revolver con veinticinco años y si que parecían maduros. ¡John Lennon parecía mi padre con veinticinco años!
W – Pero siempre seremos un grupo que vamos a arriesgar. De hecho en este disco lo hemos hecho y mucha gente nos dice que incluso la hemos cagado, porque hemos recuperado un poco el espíritu del primer disco (y que abandonamos un poco en el segundo), en el que nos dedicamos a hacer las canciones muy como tienen que ser. ¿Por qué? Porqué es parte de nuestra personalidad, lo llevamos dentro.

· ¿En algún momento pensáis en el oyente y os reprimís?

R – Una cosa es pensar en oyente y otra cosa tenerlo en cuenta.
W – Pensamos en el oyente, pero de otra forma. Nos decimos: “¡hostia, cómo le va a putear esto!”... pero lo ponemos. (risas)
Hay muchas canciones que en fondo no son hits potenciales, que son las que más me han llenado en mi vida. Y también eso es pensar en el oyente. Lo estamos evangelizando. Realmente siento que nosotros tenemos la verdad musical, la fórmula perfecta, tío.

· Ya tengo titular...

R – Consideramos a los oyentes como si fuéramos nosotros mismos. Pero claro, no puedes pretender transformarte en todo un país, ¿no?
W – Yo he perdido un poco ese miedo cuando, con el paso del tiempo, cada vez hay más gente que nos dice que nuestro primer disco es el mejor. Entonces te das cuenta de que, a medida que lo escuchas y le vas encontrando el punto, lo raro ya no es tan raro.

· ¿Vuestro último disco enlazaría pues con el primero, en el sentido que es más arriesgado que Sunshine?

W – Sí, este es más arriesgado. De todas formas sigo pensando que Sunshine es de los mejores discos que hemos hecho y que vamos a hacer. Nos da la seguridad de que si alguien quiere escuchas esas canciones, ya las hemos grabado, ya están ahí. Quizá hubiese sido un poco cómodo querer hacer una continuación de ese disco. Y la verdad es que no nos apetece hacer segundas partes de nada.
Sunshine no tiene nada que ver con el primero, ni el tercero con los dos anteriores, pero en los tres hay el mismo grupo y un hilo conductor.

· Willy, que hasta el momento figuraba como compositor habitual, ha delegado esta vez en sus compañeros, Roberto y Freddy, quien incluso se estrena como cantante.

W – Creo que les he dejado demasiado... ¡Quiero volver al primer disco! (risas)
R – Teníamos unos dieciocho temas y elegimos los mejores, independientemente de quien los hubiera compuesto. De hecho Willy sigue teniendo más temas, tiene cinco. Yo tengo cuatro y Freddy tiene tres. Lo que importa no es quien componga, lo bueno es que el grupo lo sienta como algo propio.

· Para componer música como la de Carrots supongo que es preciso un carácter específico o, cuando menos, un estado de ánimo. ¿Cuál es vuestra actitud frente a los grupos que se regocijan en una música oscura, cuando no decididamente depresiva?

R – A estos yo no los soporto. Conozco a los músicos y son de puta madre y luego te arrepientes de haberles dado tanta caña, pero no me gusta su estilo.
W – Hay temas de Carrots que son mil veces más depresivos que los suyos, lo que pasa es que no lo parece. Los maquillamos.
Nosotros podemos hacer lo que hace Balago, pero Balago no puede hacer lo que hacemos nosotros. Así de claro. Como Mike Oldfield, que hizo Moonlight Shadow porque decían que era incapaz de hacer un puto hit. Pues eso.

· O sea, que el pop debería tener una función social: banda sonora para un sábado noche.

W - Nos dicen que nuestra música es muy luminosa y hay temas que tienen una mala leche increíble y son súper depresivos. Muchos han estado compuestos cuando estábamos a punto de pegarnos un tiro.
Nosotros nos basamos en parecer una cosa y ser otra, por lo menos en las letras. Lo que veo es que nadie se ha parado a pensar que están cargadas de mala leche y de una felicidad como de subidón de farlopa. Sólo que después te pilla el bajón…
Incluso Sunshine, que está compuesta cuando yo llevaba de todo en el cuerpo y estaba a punto de tirarme con el coche por un puente. Eso no lo sabe nadie. Lo sé yo y me da rabia que digan que es un pop luminoso y de consumo rápido. No lo es. Es como Brian Wilson y los Beach Boys, que hacían unas canciones con campanitas, todo muy alegre y muy inocente… ¡y Dennis Wilson estaba metido con Charles Manson!. Pues somos un poco así, somos más malos que mucha gente que anda por ahí.
R – La gente espera una cosa de nosotros que en realidad no somos. Somos más gamberros o más crudos de lo que la gente nos imagina. Nos creen más poppies y luego, cuando nos ven, pueden llegar a decepcionarse. No somos como la canción Sunshine, somos más crudos y más malos.
W - ¿Alguien se ha leído la letra de Sunshine? Se ve claramente que no es happy. Ese es uno de los problemas de cantar en inglés. Las letras de Carrots son mejores que las de muchos grupos extranjeros. Creo que los auténticos fans de Carrots son los que se han parado a escuchar la música y, a la vez, lo que les acaba enamorando es lo que decimos. Tenemos una filosofía y un mundo alrededor de nuestras canciones que es como una forma de tomarse la vida. Ahí es cuando conectas con gente que en el fondo son como nosotros… y en la que a veces nos da un poco de miedo reflejarnos. (risas)

· ¿Proporcionalmente, cuánto tiempo dedicáis a la composición de las letras?

W - De hecho nos volvimos de Cádiz sin el disco porque no teníamos las letras acabadas y no queríamos hacerlo precipitadamente. Entonces decidimos darnos un tiempo, madurar las ideas que teníamos y volver otra vez. Las letras nos las tomamos muy en serio. Al fin y al cabo son el 50% de la canción o más, es lo que acompaña a la música y da sentido a todos esos acordes.

· Por lo visto hay unos Carrots-doctor Jeckyll en estudio y unos Carrots-mr. Hyde en estudio.

R – Cuando tenemos que eliminar arreglos, los temas resultan como más crudos. Nuestra imagen de directo es mucho más rockera de lo que aparentamos en los discos. No sé si hay gente a la que le sorprenda, pero me importa una mierda, es así. Para nosotros una cosa es grabar discos y otra hacer una gira en la que intentamos llevar a la práctica todas las esencias del rock’n’roll más salvaje. Una gira es una gira y nos la tomamos bastante a lo bestia, en la mejor tradición de gamberrismo rockanrolero. Hay mucha gente que escucha los discos y luego puede llegar a sorprenderse, ¿pero que se le va a hacer?
W – Mucha gente nos dice –y yo a veces lo siento- que hay conciertos en que las canciones superan al disco porque nos quitamos el miedo de la grabación, de que aquello va a quedar para toda la vida. Y ahí ofrecemos la canción tal y como se creó, sin ningún tipo de miedo, vamos al grano. La fama de que tenemos unos directos potentes y de puta madre es por eso. Nos sentimos un poco liberados, a mí se me quitan muchos de los miedos que tengo en el estudio.

· ¿Resulta frustrante esa imposibilidad de reproducir en directo las canciones de la forma en que fueron concebidas, en toda su exuberancia?

R – Bueno, tampoco es tan diferente. Lo arreglos básicos sí somos capaces de tocarlos y, aunque no nos gusta mucho, llevamos los vientos pregrabados. Además Freddy es un teclista de puta madre que nos da mogollón de juego. No creo que los temas suenen muy vacíos, sólo diferentes.
En Sunshine también nos pareció imposible poder tocas esos temas en directo y al final ganamos por la mano. Lo que ocurre es que tienes que olvidarte de los arreglos y adaptar los temas al directo.

· La repercusión internacional de Carrots y la inclusión de vuestras canciones en varias compilaciones internacionales delata que hay una hermandad ahí fuera que no conoce fronteras.

W – En Japón sobretodo. Ahí hemos vendido 1.500 copias. Y una de las cosas que nos llenó de orgullo y nos dio cantidad de ánimos y de energía fueron un par de críticas inglesas que nos ponían de puta madre. Es decir, nos trataban como un grupo de verdad. A veces tienes el complejo de ser español y de que no te van a tomar en serio fuera… ¡y cuando ves que en Inglaterra o Estados Unidos te comparan con Supertramp!… (risas)

· ¿A qué creéis que se debe ese fenómeno?

W – No sé, creo que en fondo todos tenemos un pequeño complejo de inferioridad. Aunque sería peor tener un grupo de pop en Bulgaria o Indonesia, ¿no?
Los grupos que llegan de fuera parece que tengan más credibilidad, incluso siendo peores que tú. Lo que ocurre es que aquí entra el tema promocional, económico…
R – Y si estás en una multinacional o en una independiente.

· Participasteis con la canción The Red Telephone en Unloved Again, el disco tributo a Love promovido por vuestro sello. ¿Pudisteis cazar a Arthur Lee en su gira nacional?

W – No. Y tuvimos que comprarnos el disco para hacer esa versión.

· ¿¿¿No os gustan Love???

W – La verdad es que tengo el Forever Changes y no me lo pongo nunca. No te voy a decir que sea una mierda, pero prefiero a Iron Butterfly. ¿Es duro eh, tío?

· ¡Y que lo digas! De modo que más cómodos con el Harrisongs, ¿no?

W – Sí, ahí no me puedo equivocar.