sábado, diciembre 25, 2004

BALAGO. El quimérico inquilino


Canciones para días azules.


El estudio casero habilitado en el segundo piso es diminuto y espartano, pero desprende calidez. Tras la ventana, la vista del imponente parque natural teñido por las tonalidades invernales resulta reconfortante.
En el interior en penumbra, las guitarras reposan silenciosas. En las paredes, atraen la mirada sendos carteles de Joy Division y de aquel viejo film de Robert Aldrich, ¿Qué fue de Baby Jane?.
En la pantalla del ordenador se despliegan las entrañas de los diez cortes que articulan el nuevo disco de Balago, El Segon Pis (Foehn Records). Un denso entramado de pistas de sonido superpuestas cuyas interioridades me son desveladas con pasión indisimulada por sus mentes pensantes: David Crespo (guitarra, programaciones y ahora también bajo), Guim Serradesenferm (programaciones) y Jordi Soldevila (guitarra)
Su primer trabajo, el elogiado Erm, un debut desarmante, se confeccionó enteramente con un único secuenciador que ofrecía un sonido estándar. Ahora se encuentra a mis pies, en un rincón, olvidado del mundo. Esta vez ha sido precisa una amplia panoplia de recursos técnicos y un año entero de laboriosa dedicación para materializar uno de los proyectos más sobresalientes de un 2003 que no ha resultado excesivamente pródigo en estímulos.
Un disco inquietante que avanza impelido por una base rítmica de bajo y batería desconocida hasta el momento, desplegándose como un intrincado travelling sonoro surcado de pliegues, recovecos y rincones oscuros que merecen ser explorados con detenimiento. Un disco de efecto envolvente que opera por acumulación: una amalgama de notas reproducidas con instrumentos invertidos, guitarras dobladas con un ligero delay, acordes que entran y se desvanecen, cambios extraños, loops, voces del más allá, samplers de bandas sonoras y un sinfín de enigmáticos efectos casi imperceptibles. El resultado es tan desasosegador como fascinante. El sueño de un científico loco.
El Segon Pis habrá de dilucidar si Balago son un espejismo o bien han satisfecho su necesidad de reinventarse.



· ¿El síndrome del segundo disco os ha afectado de forma especialmente intensa?

Ha sido lo más difícil de sobrellevar. Cuando terminamos la gira del primer disco –un año durante el que no compusimos nada- y nos encerramos en el estudio, estuvimos perdidos durante bastante tiempo. No teníamos nada. Habíamos perdido el hábito de componer y dado que nuestras estructuras no son convencionales, no sabíamos ni por donde empezar.
Comenzamos a probar con el bajo, hicimos algunos samplers y, poco a poco, las cosas fueron tomando forma. Aún así la mayoría de los temas han sufrido muchas mutaciones. Empezaron de una forma, cambiaron y después quizá sólo nos hemos quedado con un fragmento. Así durante casi un año de encierro, una locura…

· ¿Cuáles fueron los cimientos sobre los que se construyó El Segon Pis (El Segundo Piso, en catalán)?

Esencialmente el punto de partida consistía en darle otra textura a los bajos, introducir mucho piano y trabajar más la electrónica. Estas eran las premisas. A partir de ahí algunos temas surgieron bastante fácilmente. Pero como en todo proceso de composición, hay mucho de azar, de probar cosas... Cuadrarlas y que todo resulte coherente es lo más complejo.
De pronto vimos que empezaba a sonar diferente del primer disco, aunque con una cierta unidad. Fue entonces cuando nos liberamos. Llamamos a Sergi Marsinach (amigo y colaborador habitual, con una carrera musical propia bajo el nombre de Adarve) para que añadiera la batería. Queríamos ese matiz de batería acústica mezclada con batería electrónica.

· ¿Cuando intuís que un tema está acabado?

Nunca están acabados. Quizá cuando al escucharlo no parece previsible. Cuando tiene un inicio y un final y en medio suceden cosas. Auque no creo que nadie pueda saber realmente cuando un tema está acabado.

· ¿Qué música habéis escuchado durante todo este tiempo y que, conscientemente o no, quizá haya podido colarse por las rendijas del disco?

Los grupos que más hemos escuchado y que nos han influido son los Boards Of Canada de Geogaddy y los primeros Hood. Eso quizá se nota en los bajos, aunque no se trata de plagiar ni de copiar. Lo que no es tan evidente es que este año también hemos escuchado a Neil Young y The Beatles. Velbert, por ejemplo, se cierra con el crescendo de cello disonante que hicimos pensando en el A Day In The Life. Pero escuchamos de todo: mucha música clásica, bandas sonoras…

· En el mundo de Balago no hallaremos velocidad ni guitarras desbocadas, pero sí intensidad emocional. No en vano el Loveless de My Bloody Valentine es uno de vuestros discos de cabecera. La primera impresión es que El Segon Pis es un disco menos árido, más dinámico que Erm.

Sí, Erm era más lineal. Esta vez queríamos que fuera más rítmico, pero de una forma sutil. Y nos ha costado. Nos apetecía que no sonara tan volátil como Erm, que fuera algo más “rockero”. Es un disco más roto, pero sigue teniendo un tono muy triste y emocional.

· También parece menos paisajístico. ¿Porqué habéis sacrificado los largos desarrollos instrumentales marca de la casa en beneficio de unos temas que, por lo general, no superan los cinco minutos?

Esta muy bien componer temas que te dejen con las ganas, canciones que creen expectativas. Hicimos algunas melodías muy bonitas para los temas cortos y estudiamos la posibilidad de alargarlos, pero aquello no aportaba nada nuevo. Los temas en que podías recrearte los hicimos en Erm, y ya no nos apetecen. Es algo demasiado explotado.
Sabíamos que queríamos un disco con un concepto diferente: temas más cortos e independientes, que no se unieran entre sí.

· ¿La electrónica salió en vuestro auxilio?

Para nosotros la electrónica es muy básica. Pero como en este país no hay cultura electrónica, el nivel es bastante cutre. En nuestro disco el tratamiento está a años luz. Cada sonido, cada detalle está colocado en su lugar exacto… y a lo mejor ni se oye, o lo descubres tras varias escuchas. Nos comemos mucho la olla con ruiditos que pueden parecer una tontería. Ha sido un trabajo de chinos. La gente cree que la electrónica es fácil, pero no es así. Es un instrumento como cualquier otro y hay que saber interpretarlo, encontrar el sonido que deseas y que encaje con el resto, sin que resulte feo, ridículo o incluso cómico.

· Compruebo que la mayor parte de la crítica ha vuelto a desempolvar una palabra que parece perseguiros con saña: tristeza.

Objetivamente el disco es triste. Es lo que hay. Hemos jugado con disonancias, muchas tonalidades menores… tiene más registros que Erm, pero es más angustiante. Somos conscientes de que no nos sale música alegre. No podríamos hacer algo como Belle And Sebastian, no nos sentiríamos a gusto y no saldría bien. Los tipos de sonidos que nos gustan son fríos, de modo que hay acordes que ya no emplearíamos.
En nuestro grupo anterior, Ámbar, ya éramos oscuros. Y si ojeas nuestras discografías verás que son depresivas. La electrónica que nos gusta –Boards Of Canada, Autechre…- es triste. Y si hemos de quedarnos con un grupo de pop escogeríamos a The Smiths

· En una de vuestras fotografías promocionales aparecéis detrás de una ventana, mirando al exterior desde el interior. Me parece una buena metáfora visual para vuestro disco.

Escogimos el título en función de los cambios en nuestra forma de trabajar… y porque el disco se ha hecho en un segundo piso. Un segundo piso que tiene realmente importancia. Nos hemos montado este nuevo estudio y es aquí donde nos pasamos encerrados horas y horas.
Pero le puedes buscar otras lecturas: el segundo disco, el segundo obstáculo… También tiene un punto intrigante: vimos una peli que se llamaba El Desconocido del Tercer Piso y nos gustó ese título.

· ¿Cómo afectará el cambio de piel a vuestro directo?

Hay mucha postproducción en este disco, por eso será muy complicado adaptarlo. Habrá temas como Amherst o 73/80 que sonarán exactamente igual, pero los más cortos precisarán un desarrollo más largo y habrá que rehacerlos. En eso estamos.
Hay otros temas hechos de una forma tan extraña que no tienen ni tempo. Y otros que no tienen casi ni guitarra, a penas un toque de cuerda aislado. ¿Cómo reproducir todo eso?
Con la inclusión del bajo y la batería el planteamiento será más potente, más rockero. Nos apetece pasarlo bien en directo. Nos recrearemos en los desarrollos que van subiendo y se interrumpen, pero no como lo haría Mogwai, sino de de una forma más melódica, por decirlo así. Añadiendo instrumentos, pero jamás sirviéndonos del ruido por el ruido.

· ¿Dónde se expresa mejor Balago, en el estudio o sobre un escenario, frente al público?

Las dos cosas tienen su lado bueno. En el estudio hemos estado un mes o dos dándole vueltas a un tema que no acaba de salir. Y esos momentos son realmente frustrantes, con muchas discusiones. Cuando das un tema por terminado o te sale algo que queda bien, es un subidón. Pero lo mismo ocurre con los buenos directos.

· Este es un disco que se enorgullece de haber sido “grabado en casa”, en vuestro laboratorio doméstico y sin el concurso de ningún productor externo...

Nuestro productor ha sido Guim. Balago es algo muy familiar. Nos encerramos aquí y creamos en soledad. Hace once años que tocamos juntos, nos conocemos muy bien y ya no hay que discutir. Ya hemos pasado por eso, estar en un grupo de cinco personas en el que hay muchas opiniones. Ahora hemos encontrado una estabilidad en la que los tres sabemos lo que debemos aportar y nos entendemos muy bien.
Además el trabajo del productor está sobrevalorado. Hoy en día grabas en casa y punto. A los productores les gusta mucho echar mano, poner arreglos… Y nosotros tenemos muy claro lo que queremos y lo que no. Quizá por eso tenemos un sonido propio, y eso es genial.

· El cajón de sastre que es el llamado post-rock quizá no esté todavía finiquitado, pero si en franca decadencia. Se percibe cansancio y una cierta repetición. ¿Qué ocurrirá a partir de ahora?

En el 2001 dijimos en una revista que al post-rock le quedaban cuatro días… Al principio era atractivo, te identificabas con grupos como Tortoise y molaba. Pero ha acabado convirtiéndose en una etiqueta magnificada y a la que se le ha dado más importancia de la que tiene.
Las etiquetas las pone la prensa, no nosotros. Seguiremos haciendo la música que nos apetezca. Nuestra ventaja frente a otros grupos nacionales es que tenemos un abanico musical más abierto. Este segundo disco demuestra que no estamos encerrados, y el tercer disco de Balago puede sonar enteramente a electrónica abstracta o acercarse a lo último de Matt Elliott. Podríamos incorporar un cuarteto de cuerda, piano y que sonara a música contemporánea de cámara, algo como Yann Tiersen pero muy minimalista y menos comercial.
Lo bueno es tener muchas influencias y estar abierto de miras. Ahora bien, hagamos lo que hagamos sonará depresivo. Es nuestro carácter.